J. SÁNCHEZ ZABALETA

EL OLVIDO QUE NOS HABITA

LA LUZ DE LOS CLÁSICOS

TERRITORIOS DE LO POSIBLE

EL SUEÑO DEL HOMBRE

LUGARES QUE HABITÉ

ODISEA DE LO COTIDIANO

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BIOGRAFÍA

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CONTACTO

PILAR RÚIZ GUTIERREZ

ESCRITORA, PERIODISTA, GUIONISTA Y CINEASTA

 

EL EXTRA DE ALMERÍA

España, 1963. José Luis Borau era entonces un joven -aunque él decía que nació viejo- que rodaba su primera película, Brandy, por encargo de un productor italiano. Por supuesto, en Almería, porque Brandy era un spaguetti western. El cineasta aragonés nos contaba a sus alumnos cómo fue ese rodaje: la inseguridad del principiante, las jornadas extenuantes y sobre todo, la dureza del clima almeriense que le hacía añorar el cierzo de su tierra. También que cerca del set del poblado del Oeste donde rodaban, acampaba un grupo de jipis norteamericanos -porque en España no había nada eso- que malvivían en pleno desierto de Tabernas. Pasaban tanta hambre que uno de ellos se acercaba cada día a mendigar las sobras del cáterin. Borau hablaba inglés y trabó conversación con uno de ellos: “era joven, bajito, con barba y melena negras y enmarañadas”.  El jipi le contó que era actor y que le gustaría dedicarse al cine. Borau no le creyó pero pensó darle trabajo en la película para que aprovechara los bocatas del cáterin o se sacara unas perras. Así que le ofreció trabajar como extra de figuración. Pero el jipi lo rechazó: al día siguiente continuaban su viaje por Europa. Se olvidó de él. Unos años después, en 1968, Borau estaba en Madrid y entró en el cine para ver El graduado, la escandalosa película con la que Mike Nichols había roto los esquemas de Hollywood. Inmediatamente, reconoció al protagonista: “¡Coño! ¡El jipi!”, gritó. Aquel jipi que había conocido en Almería, era Dustin Hoffman.

Se preguntarán qué tiene que ver esta historia con la obra de Joseba Sánchez Zabaleta. Pues nada. Y todo. Al menos para quien esto firma, que conoce y admira su trayectoria desde hace muchos años. Tiene que ver con Almería, esa tierra aparentemente inhóspita de la que puede brotar cualquier cuento por fantástico e inverosímil que sea, tanto, que incluso le pueden nacer poblados del Oeste con su sheriff, su saloon, sus caballos y sus tiros de mentira. También tiene mucho que ver con una mirada pictórica que se detiene frente a un horizonte con reverberación de espejismo, en el detalle de un jabón gastado, en la bolsa arrastrada por el viento o en el reencuadre dentro de una ventana: es el mismo movimiento tenso, interno, de la cámara de cine enfocando un plano, mientras espera, paciente, a que comience todo. Y tiene que ver con el mismo Joseba, que surge del desierto hambriento de vida, para convertirse en protagonista.

Pilar Ruiz

Abril, 2023