ALMERÍA
La metáfora del desierto.
Existe entre estos lugares y yo una profunda relación, una dependencia física que podría comparar con la que puede sentir el resto de la humanidad por lugares sagrados. Aquellos que peregrinan a Lhasa en las altas montañas del Tíbet, los fieles musulmanes por la Meca y su encuentro con Alá, como la que sienten los fieles que trasiegan por las siete iglesias de Roma o como la de los que caminan a Varanasi, en India, para purificar su alma en su río sagrado e incluso para morir, porque allí se encuentra, dicen, una de las siete puertas del cielo.
Necesitaba recorrer los paisajes desnudos de esta parte de España a la que regreso tras casi veinte años. Ansiaba proyectar la vista en sus horizontes y detenerme a escuchar su debilitado pulso. Este metrónomo natural pronto hará que mi corazón lata acompasado, tum tum, tum tum, sesenta golpes por minuto. El cuerpo toma el magnético ritmo de retamas, pitas, chumberas, de juncos y olivos, de conejos, zorros y algún vencejo que se resiste a abandonar este inhóspito lugar.
Quería caminar en silencio, alejarme todo lo que mis reservas de agua me permitieran, explorar lo desconocido, algo que sé que me sienta bien. El desierto resulta claramente una metáfora de nosotros mismos, el retrato del tiempo, la vida a pesar de todo, o aquello que contaba Thoreau en «Walden», el lugar donde no tiene cabida lo superfluo y prescindible, porque este lugar es para valientes. Este desierto es el reflejo de los que lo habitan, la amarillenta memoria de los que lo habitaron, y en grado menor de los que a él venimos en busca de ventura.
A estos lugares acudo enteramente entregado porque son santuarios abiertos y sin límites donde uno se permite espantar tribulaciones y descargar fatigas.
LA METÁFORA DEL DESIERTO. TABERNAS, ALMERÍA
Óleo sobre tabla DM/i 122 x 127 cm.
h.2021
No disponible
ALMERÍA
La metáfora del desierto.
Existe entre estos lugares y yo una profunda relación, una dependencia física que podría comparar con la que puede sentir el resto de la humanidad por lugares sagrados. Aquellos que peregrinan a Lhasa en las altas montañas del Tíbet, los fieles musulmanes por la Meca y su encuentro con Alá, como la que sienten los fieles que trasiegan por las siete iglesias de Roma o como la de los que caminan a Varanasi, en India, para purificar su alma en su río sagrado e incluso para morir, porque allí se encuentra, dicen, una de las siete puertas del cielo.
«Necesitaba recorrer los paisajes desnudos de esta parte de España a la que regreso tras casi veinte años. Ansiaba proyectar la vista en sus horizontes y detenerme a escuchar su debilitado pulso. Este metrónomo natural pronto hará que mi corazón lata acompasado, tum tum, tum tum, sesenta golpes por minuto. El cuerpo toma el magnético ritmo de retamas, pitas, chumberas, de juncos y olivos, de conejos, zorros y algún vencejo que se resiste a abandonar este inhóspito lugar.
Quería caminar en silencio, alejarme todo lo que mis reservas de agua me permitieran, explorar lo desconocido, algo que sé que me sienta bien. El desierto resulta claramente una metáfora de nosotros mismos, el retrato del tiempo, la vida a pesar de todo, o aquello que contaba Thoreau en «Walden, el lugar donde no tiene cabida lo superfluo y prescindible, porque este lugar es para valientes. Este desierto es el reflejo de los que lo habitan, la amarillenta memoria de los que lo habitaron, y en grado menor de los que a él venimos en busca de ventura.
A estos lugares acudo enteramente entregado porque son santuarios abiertos y sin límites donde uno se permite espantar tribulaciones y descargar fatigas.
LEJOS DE TODO, CERCA DE MÍ.
PAISAJES PROPIOS
La pintura formaba parte de los paisajes que se crean en el estudio cuando los cuadros se mezclan con los objetos que me rodean. Durante los procesos de secado apoyo las tablas frescas aquí y allá. Las pinturas también maduran como el vino, necesitan su tiempo, tiempo que me sirve para saber si la obra está terminada o no. La escena me gustaba cuando miraba y al final terminó siendo el elemento principal de otra pintura nueva en la que quedaron para siempre algunos objetos. Uno de ellos el perro blanco de la parte baja del cuadro. Lo hice a modo de pequeño juguete con cartulina blanca y celo. Es nuestra perrita Odei. Humildemente pienso que es de lo mejor que he hecho nunca porque como decía Oteiza, la escultura debe caber en la palma de la mano.
ROSAS PARA ISABEL. Estamos hechos de historias.
NADA ESPERA EL TIEMPO DETENIDO
Voy tras los pasos del tiempo.
La memoria se derrama por estos muros
donde permanecen las palabras dichas
reverberando como un eco sostenido, en el olvido.
CORTIJO OSCAYAR
Esta pintura pretende ser la historia de un tiempo, la crónica de una tierra abatida, la de un territorio en el que el simple hecho de vivir resultó un titánico empeño para el hombre.
La memoria nos aguarda en el paisaje envuelta en las estaciones que van pasando siendo casi lo único que pasa por aquí. Contar su historia me hizo salir del estudio en busca de los testigos mudos que suponen los restos, en este caso, las ruinas de tiempo. Dicen que el desarrollo de la minería y, en menor medida, la extracción del mármol provocó la deforestación de la provincia, otros, que la necesidad de madera para construir armadas enteras, pero lo cierto es que Almería se quedó sin árboles y después sin gente.
De todo aquello hoy permanecen las ruinas a la intemperie de un sol que no cesa. Para esta tierra ellas son, piedras sobre piedra, la calcinada imagen de su éxodo a otros lugares donde sus gentes trataron de hallar algo que llevarse a las bocas.
Este pasillo en penumbra cuenta en primera persona la historia por todos. Este lugar que no es más que el lugar de alguien ahora se muestra ante mis ojos como el fósil de un tiempo no tan lejano.
LA RUINA ES LA MANIFESTACIÓN DE LA NATURALEZA
Qué puede haber más sobrecogedor que la ruina, que los restos vencidos de aquello que un día fue levantado para nuestro goce y deleite. Fueron hombres y mujeres los que hicieron el mundo a su medida y después lo abandonaron por lugares nuevos y tal vez mejores. Desde entonces nos hemos estado dirigiendo hacia el mismo lugar, hacia ese punto final y eterno sin hallar resistencia ni fuerza que nos detuviera. Lo dejamos todo en sus manos, en esas manos puras, propias de lo divino. Ella, en su manifestarse hará lo que sabe hacer. Lo que siempre hizo con aquello que en algún momento fuimos. Irá, lentamente, depositándose sobre las cosas. Abrazándose a todo como planta trepadora y tapizante, cobrándose aquello que un día le perteneció. El suelo será cubierto por el sustrato de lo que fuimos, nada más que tiempo, y todo, absolutamente todo, quedará a su merced porque no pudimos atenderlo. Entonces, solamente entonces seremos lo acabado. Nada más que cenizas y escombros comenzando de nuevo tal vez.
EL ÚLTIMO EXTRA DE FORT BRAVO
CABO DE ÁGATA. Almería y el mar y la sal.
EL DORADO. Mar de plásticos
GALGO GRIS
LA PROFUNDIDAD DE LO SIMPLE
PATATAS QUE QUITAN EL HAMBRE.
Platos de Almería, platos de luz.