J. SÁNCHEZ ZABALETA

EL OLVIDO QUE NOS HABITA

LA LUZ DE LOS CLÁSICOS

TERRITORIOS DE LO POSIBLE

EL SUEÑO DEL HOMBRE

LUGARES QUE HABITÉ

ODISEA DE LO COTIDIANO

MIRADAS

BIOGRAFÍA

ESTUDIO GALERÍA

C/ Parras 37, 29480 Gaucín, Málaga , Spain

CONTACTO

ANDRÉS GARCÍA

PINTOR, ESCULTOR

 

UNA ALMERÍA DEPURADA

Decía el admirado Pérez Siquier que “solo lo leve y sencillo me interesa, he huido de todo lo artificioso, barroco y presuntuoso”. Y supo en consecuencia permanecer junto al paisaje de su tierra, pegado al más esencial y despojado lugar del sur andaluz español. Durante décadas, incansable, retrató una y otra vez, en austeras y elementalizadas composiciones, la solemne y grave austeridad de esta tierra herida, telúrica y eterna, tan mística y brutal, tan poética y poderosa.

Los almerienses parece que nunca fuimos andaluces, al menos entendidos como herederos de un barroquismo extrovertido o de una forma lúdica y festiva de vivir. Almería es territorio de durezas ásperas, de criaturas curtidas o torturadas. Acontece siempre aquí una existencia de despojamientos, ausente de retóricas y frivolidades. La sola visión del paisaje almeriense, de su profunda simplicidad, de su austera hermosura, nos hace entender de inmediato el carácter forjado durante siglos por sus gentes, las durezas de sus vidas y el largo trecho andado en pos de la supervivencia. Los almerienses fuimos largo tiempo la periferia más olvidada de la patria, el territorio más mísero y ninguneado por los sucesivos ámbitos de un poder siempre narcisista y centralizado. Aprendimos muy pronto a transitar los crueles caminos del emprendimiento personal para ganar el sustento. Almería es hoy, gracias a nuestros ancestros que han ido dejándose el pellejo durante siglos, la provincia más pujante del sur; hemos sido capaces, entre otras cosas, de levantar la mayor huerta de Europa en medio del desierto.

El carácter de lo almeriense, por tanto, es único y personalísimo, y existe una concordancia pavorosa entre el ser de sus gentes y la naturaleza despojada de su paisaje. Lo genuinamente estético en Almería remite a una abstracción formal muy depurada, seca y lacerada. No es de extrañar que un artista como Sánchez Zabaleta, que transita los caminos más poéticamente esencializados dentro del realismo contemporáneo, hecho de silencios profundos y graves, de lugares desiertos o abandonados, se haya fijado en los múltiples desiertos de Almería, en sus rincones más modestos y callados, sujetos a los vientos de bellísimos olvidos, donde los vacíos remiten a un pasado cercano que forja los sueños de sus pobladores, en una materia de volátil transparencia y en territorios abrasados por la luz en sequedad extrema.

La pintura y poética del pintor se ha adaptado aquí con natural facilidad a la representación de un paisaje interior y exterior de abstracta simplicidad, que nos da información de una vida pasada o presente sin necesidad de mostrar a sus gentes. Los objetos, muebles y estancias, o incluso los huecos y ventanas abiertos al paisaje del desierto nos hablan de los pobladores, de la huella del hombre sobre el territorio.

Es Sánchez Zabaleta un poeta que se mueve en los realismos influenciados por la estética y alargada sombra del magisterio de Antonio López y los realistas madrileños, reafirmados desde hace tiempo como el episodio más notable de la renovación en el realismo naturalista de la pintura española contemporánea, pero a diferencia de aquellos ha sabido moverse de su entorno más cotidiano y buscar en otros lugares la inspiración poética que su sensibilidad le demanda. En Almería ha encontrado un filón para desarrollar su refinamiento estético, su búsqueda de planos y arquitecturas muy abstractas que alumbran composiciones muy depuradas, muy sabiamente construidas. Los desiertos de Tabernas o Sorbas, con sus viejos cortijos abandonados que muestran las vidas de un pasado reciente, abiertos a vistas con análogo carácter, o la soledad de los objetos encontrados, arrojados sobre el plano de una mesa acariciada por la luz en una suerte de bodegones “a lo divino”, tan incardinados en la gran tradición española del bodegón místico, a lo Sánchez Cotán o zurbaranesco, le han proporcionado una materia inagotable para su inspiración; han salido a su encuentro de una forma tan lógica, tan natural, que parecía inevitable el idilio. El pintor ha encontrado aquí, inexorablemente, el colmo de sus ansias y búsquedas estéticas, la materia básica de su diálogo con el lugar más depurado, revestido de una unción casi mística, maravillosamente poética.